Hábito 1: Empieza con un fin en mente
En la canción Lejá Dodí, que cantamos para dar la bienvenida al Shabat la noche del viernes, se menciona que «lo último que se hace es lo primero en el pensamiento». Esto se refiere a que, aunque el Shabat fue creado al final, es el propósito y objetivo de toda la creación. Podemos decir que Dios «comenzó teniendo presente el final», y el Shabat es el día que le da propósito a todo lo que hacemos en la semana.
La relación entre los días de la semana y el Shabat se puede entender en términos de cantidad versus calidad. Durante la semana nos enfocamos en construir y en la multiplicidad, en lo cuantitativo. En cambio, el Shabat se trata de experimentar y de unidad, en lo cualitativo. Los días de la semana tienen una relación más cercana con el mundo físico, mientras que el Shabat es el día del alma.
El Shabat es el día en el que nos alejamos de la construcción del mundo físico para experimentar la espiritualidad inherente en cada aspecto del mundo. Es el día que personifica la completitud y la satisfacción; experimentar el vaso como totalmente lleno en vez de medio vacío. Es cuando dejamos de hacer y simplemente experimentamos el hecho de ser, cuando saboreamos los frutos de nuestro trabajo.
Hábito 2: Sé proactivo
De acuerdo con el Código de la Ley Judía, al despertar por la mañana, el judío debe hacerlo con la fuerza y energía de un león. Al hacerlo de esta manera, se declara que, al igual que D-os está más allá del tiempo, uno también puede superar los límites del tiempo y no permitir que el tiempo simplemente pase. Para lograr esto, es necesario actuar con una fuerza feroz y aprovechar al máximo el día.
Este enfoque nos muestra el verdadero poder que tenemos: comprender quiénes somos y quiénes podemos ser, ser proactivos y tomar la responsabilidad de nuestra vida en nuestras propias manos.
Hábito 3: Haz que lo primero sea lo primero
En la Cabalá, se utiliza la idea de que muchas cosas en el mundo y en el cuerpo humano tienen un elemento «principal» y otro «secundario». Lo secundario siempre está destinado a servir al propósito de lo principal y asume su identidad a través de esa asociación. Por ejemplo, los párpados tienen un papel secundario al ojo ya que su función principal es protegerlo, y obtienen su identidad a través de esa función. Lo mismo ocurre con las uñas, las cáscaras de naranja y otras cosas.
La clave de esta idea es que lo que da la identidad a lo secundario no es el objeto en sí, sino su propósito. De manera similar, si enfocamos nuestras prioridades en la vida como lo «principal» y usamos los medios para alcanzarlos como lo «secundario», podemos infundir todo lo que hacemos con el significado del objetivo final. Si mantenemos una conciencia constante de lo que estamos buscando y cómo los medios nos ayudan a lograrlo, podemos darle un significado profundo a nuestras actividades cotidianas y vivir vidas más satisfactorias y felices.
Hábito 4: Piensa en ganar/ganar
La Cabalá enseña que D-os creó el mundo siguiendo el plano de la Torá. Así como un constructor sigue un plano para construir un edificio, D-os observó la Torá para crear el mundo. La Torá es como el plano de la creación, y todo en el mundo tiene un lugar y un propósito específico. Si algo no está en su lugar, puede afectar a todo el edificio. De manera similar, nuestras acciones también tienen un impacto en el mundo, ya que todos estamos interconectados y somos interdependientes. La estructura de la existencia es una «unidad múltiple» en la que la multiplicidad está unificada en su eje. Esto significa que nuestras acciones pueden tener consecuencias universales y que todos ganan cuando trabajamos juntos. En resumen, nuestra forma de actuar tiene un impacto en el mundo y debemos trabajar juntos para lograr un bien común.
Hábito 5: Procura primero comprender y después ser comprendido
La Torá nos enseña a ser benevolentes al juzgar a los demás, es decir, a valorar las acciones de los demás en función de sus méritos. Esto implica reconocer que todos somos capaces de hacer cosas buenas y malas, y que cada uno de nosotros tiene cualidades positivas y negativas. Al juzgar a los demás de acuerdo con sus méritos, nos enfocamos en lo positivo de la persona, lo que nos permite establecer una conexión empática con ella. De esta forma, la otra persona se siente escuchada, validada y comprendida. Al hacerlo, también generamos un efecto recíproco en el otro, quien se siente motivado a hacer lo mismo por nosotros, ya que siente que lo comprendemos y valoramos. De esta manera, nos relacionamos con los demás de forma positiva, celebrando su singularidad y no tolerando su presencia como una molestia.