Ultimo Tango en Auschwitz
Alguien llama a la muerte pero la muerte no termina de acudir. Este tren no tiene destino a Salzburgo, hoy, dentro de cincuenta años continuará sonando la misma música de cámara y este tren jamás pasó por Salzburgo. Ya abrió el alemán la puerta, los miembros del Sonderkommando se precipitan en el interior, nuevamente es la hora de las manos y los ganchos, cuando terminen de sacar de las cámaras de gas todos los cuerpos procederán a ventilarlas, acondicionarlas para que puedan acoger a nuevas víctimas, no puedo hablarte de otra cosa, compréndelo, te cansa mi relato, pero no existen otras historias, la vida era solamente esto. Te quedaba una última, fugaz, inmediatamente olvidada visión de aquellos ojos desorbitados, estallados, de vómitos, excrementos, de bocas abiertas, de dientes encajados, cuerpos revueltos, otra vez, otra vez como dicen los niños cuando alguien les cuenta el cuento del lobo que viene, que viene, asiéndose a sus madres con las blancas uñas de sus dedos clavadas en sus pechos, asiéndose a sus lágrimas. El último tango perfuma la noche, un tango dulce que dice adiós. Un músico, que estuvo internado en Auschwitz y tocaba el violín en la orquesta del campo que dirigía Simón Laks, decide escribir una memoria testimonial y reflexiva sobre su vida en el Lager. Con un lenguaje que combina el realismo descriptivo con el onírico, lo poético con la reflexión filosófica, la narración recrea la vida-muerte en Auschwitz, teniendo como Leitmotiv algunas de las letras de los tangos que interpretaba la mencionada orquesta.